2.10.11

UN CONSEJO SOBRE EL "CONSEJO"

Por: DR. SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ
El “Consejo de la Crónica”, donde existe, suele ser una corporación presidida siempre por el Cronista local. De hecho, sus integrantes se consideran asistentes del Cronista. Y dicho consejo se suele crear por el tamaño de la ciudad, como en el caso de la Ciudad de México, que posee muchos millones de habitantes repartidos en delegaciones que, por su superficie y densidad de población, son equiparables a ciudades.
Por otra parte, dichos consejos se constituyen siempre bajo la supervisión del Cronista. No existe cosa tal como un “Consejo de la Crónica” sin Cronista que lo presida, ni constituido al margen del mismo. Si las autoridades de Torreón realmente desean crear un Consejo de la Crónica (cosa que dudo) debe ser con toda transparencia, sin opacidad, y siempre dándole su justo lugar como presidente de la naciente corporación al Cronista Oficial en Turno. El cual, debo recordarles, fue nombrado con toda transparencia por unanimidad, por todos los partidos políticos del ayuntamiento, de manera vitalicia, como consta en las Actas de Cabildo. Por lo demás, si el director del Archivo Municipal o cualquiera de sus allegados quieren sostener conmigo un debate académico en la radio o en la televisión, estoy a sus órdenes. Tengo mucho que decirles. Lástima que nunca me han invitado a sus apariciones mediáticas. En cuanto al actual Reglamento de Cronistas, es obvio que le resulta “incómodo” a algunas personas, puesto que en su artículo III, inciso A, se declara que “El Cronista deberá ser miembro del Patronato del Archivo Municipal formando parte del Consejo de Asesores del mismo Archivo” en cumplimiento de sus funciones de “Protector del Patrimonio Histórico y Cultural de la ciudad” (Reglamento citado, Artículo I, inciso D).
Los Altamirano Vallejo. Cuando se creó el municipio de Torreón, el 24 de febrero de 1893, algunos ranchos y haciendas quedaron situados dentro de su jurisdicción. Estos lugares habían pertenecido al municipio de Viesca, Coahuila, luego al de Matamoros, Coahuila, y finalmente, vinieron a formar parte de la zona rural de nuestro municipio.
De esta manera, hubo una cierta cantidad de torreonenses que no radicaban en la mancha urbana de nuestra villa y posterior ciudad, y que tampoco fueron propiamente inmigrantes. Simplemente fueron incluidos en la zona rural de la jurisdicción del municipio de Torreón.
Uno de estos lugares fue el Rancho de La Concepción, ubicado en la margen derecha del Río Nazas, al noreste de nuestra ciudad. En 1848, antes de que existiera Torreón, el lugar era parte de la enorme Hacienda de San Lorenzo de la Laguna. Cuando el presbítero Anacleto Lozano, cura de Viesca, levantó ese año de 1848 su “Padrón general de los habitantes del pueblo del Álamo de Parras y su comprensión”, uno de los lugares censados fue precisamente el Rancho de la Concepción. Una copia de este padrón se encuentra depositada en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón.
Entre las diversas familias que lo poblaban, llamó mi atención, aquélla formada por el matrimonio de Santos Altamirano y su esposa Jacoba Vallejo. Según el padrón, estematrimonio contaba con las siguientes hijas: a Dionisia, de 18 años, a María de la Paz, de 16; a Gregoria, de 14; a Valeria, de 12, y a Marcelina, de 4.
El estudio de esta familia a partir de los archivos genealógicos SUD nos permiten obtener nuevos conocimientos acerca de los movimientos migratorios de los habitantes del Rancho de La Concepción, y también sobre sus lugares de origen, antecedentes étnicos y sus troncos familiares, netamente laguneros.
Santos Altamirano Lomas, quien nació en Mapimí en 1805, era hijo de Juan José Altamirano y de Juliana Lomas, y se casó con María Jacoba Vallejo el 29 de enero de 1830, en la parroquia de Santiago Apóstol, de Mapimí.
De acuerdo a los archivos genealógicos, este matrimonio tuvo por hijos a Anselmo Altamirano Vallejo, nacido en 1827 en Mapimí, y quien se casó el 19 de septiembre de 1847 con María Paula de la Cerda en Mapimí. La “Marcelina” del padrón aparece como nacida el 29 de junio de 1843, y bautizada el 6 de julio de ese año en Mapimí como “María Marciala del Refugio Altamirano Vallejo”. María Silvestra Altamirano Vallejo nació el 31 de diciembre de 1839, y fue bautizada ahí mismo el 9 de enero de 1840. Gregoria Altamirano Vallejo nació el 11 de marzo de 1835 y fue bautizada el día 15 del mismo mes y año en Mapimí. José Susano Altamirano Vallejo nació en el Rancho de la Concepción en 1849, y fue bautizado el 6 de junio de ese año en San José y Santiago de Viesca.
Los Padres de Santos Altamirano Lomas, como hemos mencionado ya, lo fueron Juan José Altamirano Alviso (mestizo originario de Parras) y de María Juliana Lomas Vázquez (mestiza originaria de San José y Santiago del Álamo) casados en el pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila) el 6 demayo de 1791. El presbítero que ofició su matrimonio fue Manuel Sáenz de Juangorena, Capellán de la Compañía Volante de San Carlos de Parras.
Resulta muy claro, pues, cómo los viejos pobladores de Parras, de Viesca y de Mapimí se establecían en los ranchos de la Hacienda de San Lorenzo de la Laguna, cómo iban ellos a recibir los sacramentos a las parroquias de Viesca o de Mapimí, y cómo, en 1893, sus lugares de residencia quedaron incorporados al nuevo municipio de Torreón.

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